(Iglesias de San Isidoro el Real de Oviedo )
Se prohíbe castigar a los niños porque sería lo mismo que darle
latigazos a un ciruelo para que dé manzanas, o tirarle pedradas a un
sinsonte para que deje de cantar y empiece a dar ladridos.
Se prohíbe renegar de la vida que es el prodigio nuestro de cada día,
la fuerza que nos impulsa hacia la felicidad, y el hechizo que hace
que nunca esté vacío el teatro universal en el que nos movemos hacia la muerte.
Se prohíbe prohibir las palabras que nos iluminan y nos conducen y nos
definen como amor, amistad, tolerancia, respecto, convivencia.